Imagen: Senior Airman Tiffany DeNault
En el año 2016, la Universidad Piloto de Colombia condujo una investigación que tomó como lugares de referencia 5 de las 27 zonas de bares y discotecas en la ciudad de Bogotá, para determinar la cantidad de colillas de cigarrillos que son arrojadas a la vía pública. Se determinó que, al año, son arrojadas casi 95 millones de colillas equivalentes a 16 toneladas de desechos.
A diferencia del tabaco o del papel que recubre el cigarrillo, el acetato de celulosa, del cual están compuestas las colillas, no es biodegradable y tarda hasta diez años en descomponerse, además, estas colillas contienen residuos de sustancias tóxicas como alquitrán o arsénico.
El paradero de estas pequeñas
Lo más usual entre los consumidores de cigarrillos es arrojar la colilla al suelo, lo cual supone costes de limpieza y un gran impacto visual, pero lo más grave no es esto; el filtro de las colillas está diseñado para acumular los componentes del tabaco y muchos de estos son tóxicos; con las fuertes lluvias, las colillas resultan en los sistemas de alcantarillado de la ciudad que direcciona el agua hacia algunos ríos, como el Bogotá. Al entrar en contacto con el agua, las colillas comienzan a liberar las toxinas que contienen, lo cual provoca que el agua se contamine aún más. Si las colillas continúan su curso fluvial, pueden llegar al mar y las costas, donde, además de contaminar, afectarán las diferentes especies que necesitan de estas fuentes hídricas para sobrevivir.
Según estudios realizados por la Universidad Piloto, la contaminación del agua por colillas llega a ser doce veces mayor que la del agua residual del alcantarillado. Para medir el impacto del agua contaminada por colillas en los seres vivos , los investigadores realizaron un estudio en el cual insertaron agua con los restos de las colillas en tubos de ensayo donde sembraron cebollas. Después de unos meses, se detectó que el crecimiento de las raíces de estas cebollas era menor en comparación con aquellas que se habían nutrido con agua pura, lo cual llevó a determinar que el agua contaminada generó una mutación en los cromosomas de las cebollas, lo cual justifica el déficit en el crecimiento de las raíces, lo cual posibilita entender el impacto del recurso hídrico contaminado por colillas en la vida.
Un informe de la Ocean Conservancy en 2011, expuso el impacto de las colillas al final de su rumbo por las vías fluviales, las playas y los océanos. Se recolectaron cerca de 20,9 millones de kilos de colillas, lo cual las convierte, después de los cigarrillos, en la principal causa de basura en las playas y océanos del mundo, además, estas colillas se han encontrado en el estómago de pájaros, tortugas y otros animales marinos, los cuales pueden tener serias implicaciones en la salud por las toxinas de estas.
De los labios al cenicero
Algunas medidas para combatir este problema consisten en implementar un sistema de recogida masiva de colillas por parte de las empresas de aseo de las ciudades, proyectos de ley que castigan a las personas por botar colillas en la calle o simplemente depositar las colillas en las canecas o depósitos diseñados con este propósito; sin embargo, existen otras posibles soluciones para esta situación.
La Universidad Nacional de Seúl descubrió que el componente de los filtros de las colillas (acetato de celulosa), presenta un elevado nivel de carbono que puede ser utilizado como combustible. Para aprovechar este componente, los filtros deben someterse a un proceso de alta temperatura llamado pirólisis, que consiste en quemarlos a una temperatura de 900 grados durante un tiempo determinado y en un lugar libre de oxígeno. Una vez realizada la pirólisis, se forma un compuesto híbrido de carbono que, al ser puesto en un electrodo, puede llegar a almacenar más energía que el carbón comercial.
TerraCycle plantea otro posible remedio. Esta empresa canadiense ha lanzado un programa de reciclado y recolección de colillas para, producir plástico. El proceso consiste en fundir las colillas, mediante soluciones químicas y reutilizarlas para fabricar nuevos productos que son reutilizados, como rieles de ferrocarril, tarimas de embarque, madera plástica, entre otros.
La chilena Alexandra Guerreo, decidió, también, tomar parte en esta problemática y propone que el fin de las colillas sea la manufactura de sombreros, chaquetas, vestidos, entre otras prendas. El proceso consiste en, recolectar las colillas y purificar los filtros, (para librarlos de la cantidad de tóxicos que poseen), esto se logra mediante una autoclave (como una olla a presión). Finalmente se integran las colillas, ya purificadas, con lana de oveja y el resultado son prendas realizadas con un 90% de lana y un 10% de filtros purificados de cigarrillos. La integración de las colillas en la manufactura de ropa hace posible su reciclaje, y con ello, se genera un impacto positivo en el medio ambiente.
Fumar implica un cuestionable daño a la salud de las personas y es decisión de cada quien continuar con esta práctica o no, pero es necesario recordar que la afectación no es únicamente a la salud del fumador, sino también al medio ambiente y, en ese sentido, el daño deja de ser individual para convertirse en un asunto colectivo con implicaciones que deben preocupar a toda la sociedad. Está en las manos de las personas generar un cambio y sacar lo mejor de lo peor.